Testimonios en primera persona de primera generación de universitarios. Políticas públicas que transforman trayectorias de vida.
“La obra de infraestructura estuvo terminada a fines de 2015, pero por alguna razón, los gobiernos de Macri y Vidal decidieron no ponerlo en marcha. Recién empezó a funcionar, de manera virtual, en plena pandemia, en 2020.” El que habla es Franco Torales, secretario de Juventudes de La Matanza, y se refiere al Centro Universitario de Innovación. “El CUDI, como lo llaman los pibes”.
Durante la caravana por la tercera sección electoral que encabezó el gobernador Axel Kicillof, junto con dirigentes, ministros e intendentes la multitud acompañó por distintas razones. Muchas de ellas, como logró desentrañar Buenos Aires/12, vinculadas al primer metro cuadrado de los bonaerenses.
Esta es la expresión que suelen emplear los consultores políticos para referirse al impacto que las distintas políticas públicas tienen sobre la vida cotidiana de la gente, que luego plebiscita esas gestiones -en los distintos niveles de gobierno-, con su voto. Es decir, si sus condiciones de vida mejoraron o no, y si esta mejora es percibida como significativa. En González Catán, donde concluyó la caravana con participación de Sergio Massa, esa razón, la de mayor peso, para los jóvenes, es el CUDI.
“¿Por qué un centro universitario si el distrito ya tiene su propia universidad nacional, la UNLaM?”, se pregunta Franco, para agregar enseguida. “Si somos, como se dice tantas veces, la quinta provincia del país, entonces la universidad estaba en un extremo de la provincia y ahora el CUDI en el otro”.
El CUDI alberga representaciones de cinco universidades: UBA, UTN, UNQui, UNPaz y UNaHur. Cada una de ellas dicta allí los primeros tres años de las carreras que se estudian en las respectivas sedes centrales. Al cabo de ese período, los estudiantes egresan de la tecnicatura. Si lo desean, pueden completar la cursada hasta alcanzar la licenciatura.
La oferta académica incluye desarrollo y producción de videojuegos, programación, biotecnología, tecnología de los alimentos, diseño industrial y, en el campo de la salud, enfermería y obstetricia.
Distintas ofertas y posibilidades para distintas realidades sociales y geográficas. La universidad, que data de 1989 y es junto con UNQui una de las que integra la primera generación de universidades del conurbano, está ubicada en San Justo, la localidad cabecera del partido, pegada a la General Paz. El CUDI está en González Catán, mucho más “adentro”. El viaje de un punto a otro en transporte público puede tomar hasta dos horas.
Conclusión, para los jóvenes de Catán, Laferrere o, como se suele llamar entre matanceros, la zona de “los kilómetros” en general, la UNLaM era tanto o más inaccesible como la UBA para los de San Justo. Los números confirman la demanda existente y no atendida: de los 75 mil estudiantes universitarios que tiene La Matanza, 10 mil acuden al CUDI y los restantes 65 mil a UNLaM. Casi el 15 por ciento en menos de 3 años. Detrás de cada uno de ellos hay una historia de vida.
Universitarios matanceros
Hannah tiene 21 años, vive con su familia en González Catán, egresó de una secundaria técnica y siempre se sintió apasionada por los videojuegos y su industria. “Cuando abrieron la inscripción, me tiré de cabeza”, confiesa y sonríe. “Primero, porque la tengo re cerca. Además, las universidades que enseñan producción de videojuegos son privadas y muy caras. Yo no podría pagarme una carrera. Cuando iba a la secundaria era una discusión, mirábamos el CUDI y nos preguntábamos, ¿va a abrir? ¿cuándo? porque para nosotros era una herramienta genial”.
Diego es otro matancero que, por circunstancias de la vida, debió interrumpir sus estudios universitarios durante dos décadas y los retomó recientemente, en el CUDI. “En el año 2000 me recibí de técnico industrial, me hubiera gustado seguir estudiando pero tuve que ponerme a trabajar. Ahora estudio diseño industrial. Mi hijo Damián estudia programación, a la tarde, en la misma sede. En épocas de parciales, uno duerme apenas tres o cuatro horas, pero al final se da cuenta de que el esfuerzo vale la pena”.
Natalia es de Virrey del Pino y estudia enfermería. “Me dedicaba a otra cosa, pero mi mamá se enfermó y tuve que aprender a cuidarla, asistirla y contenerla. Eso que viví con ella me despertó la vocación por la enfermería. El CUDI, para nosotros los matanceros, representa una oportunidad: de crecer, de demostrar que también podemos. Intenté antes estudiar en otra universidad: me iba de casa al amanecer, volvía tarde, casi no veía a mis hijos. La educación debe estar al alcance de todos”.
El recuerdo de Vidal
En 2018, ante un auditorio colmado de miembros del Rotary Club, la entonces gobernadora Maria Eugenia Vidal sostuvo que «nadie que nace en la pobreza llega a la universidad» y que por lo tanto «no es de equidad llenar de universidades el conurbano». La afirmación generó mucha polémica y fue prontamente desmentida por la organización de fact checkers Chequeado.com. No se puede afirmar que estos testimonios hayan nacido en la pobreza, pero sí que no hubieran estudiado sin el CUDI.
Sin embargo, pasan los años y ese debate cíclicamente vuelve. En el debate previo a la reciente aprobación de la creación por ley de las universidades nacionales de Cuenca del Salado y de Saladillo, en la provincia de Buenos Aires, y de la Universidad Juan Laurentino Ortiz, en la provincia de Entre Ríos, la oposición volvió a esgrimir los mismos argumentos.